1.es.04 “Avíate bien, que yo llegaré/ a ti a dessora…”

Danse macabre de Camille Saint-Saëns, 1875. El cuadro que se ha utilizado es de Remedios Varo, Les feuilles mortes, 1956.

LA MUERTE NEGRA: LA DANZA GENERAL DE LA MUERTE.

En casi nada podemos relacionar la concepción de la muerte en Grecia y en Roma con la sensibilidad macabra de la Edad Media. En el planteamiento del mundo clásico no había la idea dramática, nivelatoria y moral a las que se asociará la muerte en el occidente cristiano.

La concepción macabra europea se trasmite por vía popular. La muerte es inexorable, llega cuando menos te lo esperas y si no estás preparado, el destino inevitable es la condenación eterna. Este tipo de muerte es la que vamos a encontrar en las danzas.

La muerte era una de las máximas preocupaciones del hombre medieval. Al llegar los siglos XIV y XV se convierte en una obsesión angustiosa, y la antigua resignación religiosa ante el fin de la vida deja ahora paso a una sensación de terror que aumenta a medida que el hombre descubre nuevos alicientes en la vida terrena. Fruto de esta mentalidad son las Danzas de la Muerte, tan frecuentes en la literatura europea de la época, en las que aquella -personificada en un esqueleto o en un cadáver corrupto- obliga a una serie de personajes, que pertenecen a los distintos estamentos medievales, a participar de su danza macabra después de recordarles agriamente cuál es el fin de los goces humanos.

En la segunda mitad del S. XIV, y en Francia, aparecen las primeras menciones de cierta Danse Macabre. La peste negra había asolado Europa desde el año 1348. Se aceptó de manera generalizada que se trataba de un castigo divino. La Muerte negra hacía su trabajo sin discriminaciones. La idea del poder igualador de la muerte se plasmó así en los Triunfos de la Muerte y en las Danzas.

El triunfo de la Muerte S. XVI
Bruegel el Viejo, Pieter
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado

La representación gráfica de esta Muerte es similar: un esqueleto o un cadáver en descomposición que puede llevar algún tipo de vestiduras -normalmente una sábana- y algunos objetos en las manos: una lanza, una guadaña o un reloj de arena. Es una muerte que aterra porque llega siempre a deshora, y que se burla de sus víctimas, que en el último instante pretenden escapar de ella.

La literatura castellana sólo conserva una anónima Danza de principios de S.XV. En esta versión, la Muerte se caracteriza por burlarse cruelmente de los personajes que intentan escaquearse poniendo todo tipo de excusas. Afirma su existencia desde su primera intervención: “Yo só la muerte cierta a todas las criaturas” y con un encabalgamiento abrupto: “Avíate bien, que yo llegaré/ a ti a dessora (…) que cual te fallaré tal te llevaré”, nos recuerda qué era lo que más temía el hombre medieval de la muerte: morir en pecado y por tanto fuera de la gracia de Dios.

A quien no quiere danzar con ella lo coge por la fuerza sin tener en cuenta su estado, su dinero, o su poder: nada puede convencerla ni aplacarla. Uno de los primeros a los que hace danzar es al papa (Santo Padre): “de esta mi dança será guiador” . El emperador, el cardenal, el rey y el patriarca serán los siguientes, pero sin olvidarse por ello de los demás estamentos y estados. A todos trata con sarcasmo e ironía y todos buscan una excusa para no acompañarla, solo el monje y el ermitaño parecen ser capaces de afrontar la danza. El poema está repleto de siniestros rasgos humorísticos y de cierta sensualidad: al principio dice que ha traído de regalo a dos doncellas hermosas para que se casen con ella y también se quiere casar con el abad: “abraçadme agora, seredes mi esposo, pues que deseaste plaçeres e viçio, ca só bien presta a vuestro serviçio, habedme por vuestra; quitad de vos saña”.

TEXTO: Danza_de_la_muerte

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